Ryan McGinley: un álbum de juventud infinita

Hace algo más de diez años un joven Ryan McGinley se presentaba al mundo con The Kids are Alright, su primera exposición en el Whitney Museum of American Art (Nueva York, 2003). Lo consiguió después de enviar un libro de 50 páginas con sus fotografías a cien editores y artistas a los que admiraba. Tenía el mismo título que la exposición, y en él aparecía el mundo que rodeaba al fotógrafo residente en Nueva York. Con ello se erigió como el artista más joven que jamás expusiera en el Whitney Museum. Desde entonces, Ryan nos ha cautivado con su particular forma de mirar la juventud, forjando un estilo propio que se ha ido filtrando en muchos otros fotógrafos que han asimilado su forma de entender la fotografía, su espontaneidad, y la intensidad que envuelve su trabajo.

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Su trayectoria es fascinante, y totalmente compresible al ver el compromiso y la pasión, tan inherentes a su persona, con las que ha abordado siempre su trabajo. Nada es gratuito. A Ryan se le puede imaginar en largas jornadas de trabajo buscando el instante perfecto en cada situación, disfrutando de la experiencia que implican sus proyectos, viajando para seguir el sentido de su intuición. Sus proyectos fotográficos suelen convertirse en aventuras entre amigos con las que ha conseguido captar una parte importante de su entorno revelando determinadas subculturas (skaters, músicos, amantes, artistas, etc.) en una interpretación original de su mundo. De estos viajes fueron apareciendo sus fotografías, y de ahí surgieron ya varios libros como el maravilloso Way Far, por ejemplo, todos editados por la conocida y respeta editorial Rizzoli.

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McGinley ha conseguido retratar el despertar de la juventud como nadie, su belleza y su energía, la ilusión de pensar que todas las posibilidades están todavía disponibles. Ese momento también confuso que a menudo se resuelve entre rabia y optimismo. Estas ideas se ven constantemente reflejadas en su trabajo, siempre con una conciencia despreocupada de sus personas: los modelos siempre saben a lo que se exponen, incluso claman por ello a través de emails que mandan al fotógrafo para que les fotografíe.

En sus capturas vemos cuerpos desnudos que hablan de personas, de momentos vitales, de espontaneidad e improvisación. Parece haber un constante “sí a la vida”, una aceptación de la propia existencia y una exhortación a querer vivirla. No importa el sentido fantasioso que respira su obra. Es indudable el valor de sus imágenes, que trascienden cualquier marco afectando intensamente al que las contempla.

A día de hoy, Ryan McGinley ya está anclado en entre los grandes iconos de la fotografía. Un especial y prestigioso “Olimpo”, donde encontramos a Larry Clark, con quien además de compartir similitudes artísticas, mantiene una relación de amistad, o al fabuloso Wolfgang Tillmans. Lo que es evidente es que, con el paso del tiempo, su trabajo progresivamente va adquiriendo más y más peso, lo que le ha hecho consolidarse como todo un referente, y calar en muchos otros artistas.

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